Blog de notas, 9 de julio de 2005
Como aquello (que ya no sé si le suena ni a
Ratzinger) de tres personas distintas y un solo Dios verdadero. El
problema no son los jeribetes mentales que haya que hacer para creerlo, o
si es posible que dos y dos no sean cuatro. Los dogmas diversos del
Cristianismo y de la Constitución nos tienen acostumbrados a eso: la
lógica es mejor que no se meta en nacionalismos ni en religiones (el
nacionalismo es una religión) porque saldrá ofendida. Ya bastantes
bemoles tenía el neologismo/neoconceptismo de las "nacionalidades que no
naciones", cuando viene ahora el estatuto catalán a subir el listón del
credo quia impossibile.
El problema no son las
ficciones convenientes, sino la multiplicación deliberada de las
entidades ficticias. La mente humana puede tragar dosis ilimitadas de
ficción política o religiosa: como si al Estatuto catalán le da por
declarar a Cataluña "Reino Independiente, País Distinto, Estado Catalán y
Planeta Aparte", eso sí, dentro del marco de la Constitución (también
de boquilla, lo de dentro). O, como el plan Ibarreche, "Estado Catalán
libremente asociado al Estado Español" (y primer caso de independencia
por ley orgánica). Estaría asociado, eso sí, sólo para poder separarse,
pues no te puedes separar de quien no estás asociado, y está claro que
hay mucha gente para quien el separatismo es un estado de ánimo y una
vocación, no un proyecto político concreto. Hoy entrevistaban en la
radio a un representante de Cumveryansie, que hacía extrañas posturas
para no ponerle nombre a su propuesta política actual, ni límite a la
futura. "Pero", decía el entrevistador, "¿no sería entonces un Estado
confederal el que plantean ustedes?" —"Pues... no querríamos ponerle ese
nombre a nuestra propuesta, ... todavía .... " La clave está no en el ser, sino en el devenir,
siempre insatisfechos, en un proceso infinito de redención más allá del
horizonte, donde se nos promete un paroxismo de autodeterminación... la
diveryensia como guía y lumbre, vamos; y siempre en contra del chivo
expiatorio: una relacion de identidad viciada donde las haya. Pero el
problema no es que existan estas propuestas políticas.
El
problema es más bien que de modo generalizado interese a los electores
votar a los que barren para casa sin límite apreciable (cosa que a los
ricos siempre les resultará ventajoso), aunque los votantes en general
no comulguen con esos dogmas y cultos y advocaciones (o, aún peor
problema, si acaban creyéndoselos). Lo malo es que interesa ya que sólo
por "la pela" se creen nuevos milagros y misterios, y administraciones,
como si hubiese pocos que arrastrar ya. Pero claro, eso de barrer las
pelas para casa es algo que hace toda Europa con respecto al resto del
mundo, y Cataluña siempre ha presumido de ser más europea que el resto
del "Estado Espanyol". Estado éste que está en estado, y va a parir más
estados. Vamos a estar de Estados hasta las orejas.
En estas
circunstancias, es comprensible que el PSOE, pseudo-socialista,
pseudo-obrero y pseudo-español, no sea un partido nacional. Partido no
es, ni toma: partido está—vamos, que también es un pseudo-partido. De
hecho, no hay ningún partido estatal en los Estados Españoles: pero el
PSOE en concreto, es que ni se presenta, ni se presentará jamás a las
elecciones en Cataluña ni en el País Vasco. Es que no está implantado allí. O igual hay que aplicar aquí también lo de tres pesoes distintos y un solo Rodríguez Zapatero.
Algo tendrán que ver los tres o cuatro pesoes con las tres o cuatro naciones que se nos autodeterminan. Por patéticas que sean esas historias del cantón de Cartagena, o del de Elche, parece que tendremos que dedicarnos otra vez a hablar de nacionalismos múltiples...
Con la de problemas que hay en el mundo sin necesidad de crear problemas adicionales (—todo para crear puestos adicionales para los colegas, claro—), ofendiendo a la historia, a la lógica, al lenguaje, y a Occam; aparte de a todo el vecindario.
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