Husband to Mrs Milton
Muchos años perseguí la novela The Story of Marie Powell, Wife to Mr Milton,
de Robert Graves, sin encontrarla. Me resistí a leerla en traducción
española (Edhasa), y por fin la conseguí en su edición original de 1943
(también tengo, por cierto, la primera edición de Yo, Claudio).
Es una novela muy literaria, excelente, pero más excelente para los
aficionados a Milton y a la literatura de la guerra civil inglesa.
Bueno, es más apta para quienes quieran odiar a Milton, como el autor:
así es especialmente recomendable para críticas feministas y otros
enemigos del patriarcado: porque Milton encarna al patriarcado con
avaricia. Y se le aborrece a gusto, aunque no siempre acabe de cogérsele
aprecio a su señora, rebautizada por él Mary Milton, que es quien narra
la historia.
Comienza Mary su carrera de escritora cuando le
regalan un álbum a los quince años. Es la hija de una familia de
gentilhombres campesinos, y se abre la novela con celebraciones
tradicionales, juegos, fiestas, recepciones, rituales estacionales,
bailes, que pronto quedarán interrumpidos por las guerras civiles y por
el régimen totalitario puritano que caerá sobre Inglaterra. En el álbum,
Marie quería escribir "tales of the brave old days of Robin Hood and
Sir Launcelot du Lac", historias de caballeros y damas como las de los
viejos tiempos, pero su padre la interrumpe: "Marie, my dear . . . I’ll
acquaint you with something to the purpose. These are the brave old
days, as no others ever were" - estos son los viejos tiempos como nunca
antes. Para Marie es el tiempo del amor, un primer amor sin beso que
vive con uno de los invitados, "Mun", Edmund Verney, con quien tendrá
una platónica cita nocturna. Pero pronto todo se torcerá: las gentes
hablan al trascender cotilleos sobre la cita nocturna; la fortuna de su
padre resultará estar basada en dobles hipotecas e "ingeniería
financiera"; hay deudas con el Sr. Milton... y Marie aceptará casarse
con él como buena hija, para ayudar a remediar la situación. Lo admiraba
como poeta, y él admiraba su cabello, pero pronto aprenderán a
aborrecerse. Sigue la guerra, y una separación de años, en parte debida a
la guerra, en parte a desavenencias financieras y personales. Cuando
Milton empieza a escribir tratados en favor del divorcio y amaga así
dejarla "deshonrada" (whored, puteada), Marie vuelve con él... y
aguanta sus tacañerías, su carácter tanático, su autoritarismo, sus
insultos y humillaciones, durante años. Milton prospera durante la
República, mientras su familia se ve reducida a la pobreza, recibiendo
sólo la ayuda mínima y a regañadientes del antipático yerno. Tras las
dificultades iniciales para consumar el matrimonio, Mary le dará a
Milton tres niñas, para disgusto del poeta, y un solo niño que morirá
poco después del cuarto parto de ella. Una nota del autor al final nos
narra los subsiguientes matrimonios de Milton y sus desavenencias con
las hijas de Mary, a quienes también tiranizaba.
Puede aborrecerse muy bien a Milton por sus propios méritos, leyendo Paradise Lost
(que por estas fechas narradas por Marie no había escrito todavía);
pero es mucho más divertido hacerlo en compañía de su esposa (que cuenta
muy bien el reverso de todas sus pretensiones) y de Graves el autor
implícito, en quien Marie tiene un aliado fiel y Milton un furibundo
enemigo. La novela es un logro inmenso en la ambientación, en la
recreación histórica, en el retrato psicológico de los personajes, y
sobre todo en la construcción de una voz narrativa para Marie que sea a
la vez creíble como un relato del siglo XVII y que a la vez aporte el
punto de vista necesario para Graves, o más bien los puntos de vista,
porque Marie incorpora muchos relatos de oídas procedentes de rumores,
noticias, conversaciones. La novela es en eso un éxito rotundo, y
también en la recreación de un Milton prepotente, hombre de letras
soberbio que sólo piensa en su propio engrandecimiento, y sacrifica a él
la decencia, la humanidad y hasta la coherencia intelectual. Es, por
turnos, partidario y enemigo del rey y de los revolucionarios, de los
reformadores eclesiásticos, es enemigo de la censura y censor. Nos
permite Graves ver el doble rasero que aplica Milton a sí mismo y a los
demás: no sólo en cuestione de género, sino en política. Su furor
antimonárquico parece ir dirigido contra todo lo que sea más grande que
él; se adivina aquí la mala conciencia de Satán en el Paraíso Perdido y
los ambivalentes retratos que vemos tanto del rebelde cósmico como de
ese repelente autócrata, el Dios de Milton. Rechazando toda imposición,
él mismo es su propia iglesia y en última instancia su propio dios. Vive
en un mundo de tratados y latinismos, y descuida a las personas que
tiene alrededor, y a sí mismo: a pesar de los consejos de Marie al
respecto, destroza su salud y acaba ciego, envenenado por el tabaco,
gotoso y flatulento. Claro que ella también actúa en contra de su propio
corazón al casarse con él, y también halla por allí la muerte. Uno de
los placeres de la novela, aparte de la conjunción magistral de
psicología y contexto histórico, es el reconocer en la vida de Milton
muchas de las obsesiones (con el cabello, con el sexo, con la historia
británica, etc.) que luego se reconocen en sus obras; la novela es así
un divertido juego intertextual, y de aquí han aprendido mucho Peter
Ackroyd y otros escritores de metaficción histórica. Y la imbricación
entre el carácter de los personajes y el contexto histórico es
magistral. Un éxito: pero... ¿por qué esta novela histórica? ¿por qué
Milton?
Hay una palabra reveladora en la páginaa 334. Entre los
rivales contra quienes escribe Milton están unos rebeldes que pretenden
proclamar a Carlos II rey de Inglaterra a pesar de la decisión del
Parlamento de no tener más reyes. Entre esos rebeldes están "the exiled
Presbyterians, Colonel Graves and the rest". Este coronel Graves fue
originalmente partidario de la causa parlamentaria en las guerras
civiles, aunque luego vemos que se pasó al bando monárquico. Había
obtenido sus tierras, como muchos otros militares del bando
parlamentario, al luchar en el bando triunfador de la guerra civil. Y a
este coronel Graves de cambiante postura se remonta la familia de Robert
Graves el novelista. Quizá de allí el interés por esta célebre
situación de Milton y su esposa, también a caballo ellos entre los dos
bandos, todo un símbolo de la guerra civil. Graves, como tantos otros
literatos históricos ingleses, en la tradición que va de Samuel Butler a
Walter Scott, presenta la historia monárquica oficial, con los
puritanos como aguafiestas hipócritas y trepas innovadores, mientras que
el pueblo y sus sanos instintos están con la monarquía y la tradición.
Una postura que tiene parte de justificación y también obvias
limitaciones políticas: a cambio, Graves admira la determinación y saber
hacer de Cromwell, y le impresiona la energía cuasi-satánica de los
revolucionarios en su huida hacia adelante. Milton es aquí más odioso en
conjunto dentro de casa que fuera de ella escribiendo sus invectivas
políticas, y se reconocen las intrigas, necedad y obcecación del rey. Es
especialmente buena la escena de la ejecución, que desmitifica al rey
que encumbraba Marvell en su oda a Cromwell (aunque sea la promonárquica
Marie quien lo narra). Al examinar el origen histórico de su familia
Graves es a la vez parte interesada y también ambivalente, como
corresponde al descendiente del coronel Graves.
Pero uno se sigue
preguntando por qué tamaña furia de Graves contra Milton. Parece
obedecer a causas más profundas que a la lectura irritada de un
interminable Paradise Lost. La mejor interpretación que he encontrado al
respecto es la de Richard Perceval Graves, sobrino del autor, para
quien Milton es en parte un retrato abyecto del propio Graves. Contra el
autosuficiente patriarca proyecta Robert Graves sus propios
sentimientos de culpa al abandonar a su primera esposa y sus hijos
primero por la complicada Laura Riding y luego por la futura Beryl
Graves. Milton, como hipócrita apóstol del divorcio, se convierte así en
un autorretrato secreto a quien clavar alfileres para lograr catarsis y
expiaciones inconfesables. Por otra parte, Milton confiesa en la novela
sus tendencias homosexuales de juventud (compartidas por el autor), con
lo cual su heterosexualidad masculinista posterior adquiere elementos
de sobrerreacción... y de continuidad a la vez para Milton, pues desde
luego hay mucho de ansiedad homosocial en sus obsesiones por mantener a
las mujeres bien sujetas. Graves estaría aquí exorcizando en cabeza
ajena sus propias inquietudes sobre la masculinidad. En diversas escenas
aparece el cabello largo como un emblema ambivalente de la superior
potencia masculina (Adán, Sansón, Milton) y del peligro de feminización
(Marie a la vez como Eva y como Dalila). Milton pugna por engendrar un
hombre, pero sólo tiene hijas. Su único hijo muere, y para Graves ni
siquiera era hijo suyo, a pesar de que Marie no le es técnicamente
hablando infiel.
Aquí entramos en el aspecto sobrenatural de la
novela. Marie y su primer enamorado Edmund, "Mun," se reúnen en su
primera cita tras un curioso episodio de telepatía, y viven una relación
sobrenatural, en una dimensión superior a la comunicación humana
ordinaria. En los años de su separación, notan por extrañas vibraciones
la cercanía o lejanía del otro, aunque sólo se encuentran una vez, y
renuncian a consumar su amor. Pero cuando Edmund muere (asesinado a
traición en presencia de Cromwell) Marie nota un agudo dolor, y en una
especie de trance vive con él una experiencia, otra vida, de la cual
sólo nos dice que no nos va a decir nada, únicamente que su marido con
todos sus escritos religiosos jamás conocerá esa dimensión del amor.
Alto se pone el listón pues para Milton. Su historia con Marie, de
rencillas y broncas matrimoniales, poco tiene que hacer al lado de la de
"Mun", que tiene de su parte a las esferas platónicas y al autor, y las
ceremonias del marido previas a las escasas relaciones sexuales son
patéticas al lado de un amor tan perfecto que no hay palabras para él.
Milton no tiene nada que hacer, y aquí lo vemos como un monigote
victimizado por el autor. Porque es Graves quien ha introducido este
amor y este Mun en la historia: sí existió Edmund Verney, hijo menor
(aunque no tercero que yo sepa) de Sir Edmund Verney el portaestandartes
real que murió heroicamente en un conocido episodio de la guerra civil.
Pero su único papel en esta historia es cargar más las tintas contra
Milton: termina la novela con éste ciego, sin ver que su pequeño John
Milton es el vivo retrato no suyo sino de Mun, e intentando hacerle
decir su nombre como "John", pero al crío sólo le sale decir "Mun" (todo
ello milagroso, pues está claro que no había habido coyunda ilegal,
sino sólo armonía de las almas). También aquí parece estar Graves
separando su propia vida afectiva, imaginativamente, entre un ideal
inalcanzable y una realidad demasiado real, con Milton como el Otro al
que se le puede zurrar tanto más alegremente cuanto que lo llevamos
dentro y así lo sacamos fuera. Por eso me parece clarividente la
interpretación de Richard Perceval Graves, un caso de "unfriendly
criticism" tanto más certero cuanto que aprecia la novela, y ve en ella
cosas que el autor seguramente no quería que viésemos, y que él sólo
veía a medias–lo justo para echarlas fuera.
Está claro que Graves
utiliza artillería pesada contra Milton: el retrato psicológico del
autócrata, la contextualización histórica del oportunista político, y
hasta las fuerzas sobrenaturales (de un género tan explícito que no se
pueden utilizar con muy buena conciencia en una novela histórica). Aún
hay otro aspecto en el que apoya el dedo en la balanza, o más bien se
sienta en ella, para darle más leña al mono. Esto requiere un poco de
contextualización histórica, pero puede valer la pena porque es un
detalle, creo, revelador, una de esas maniobras textuales que cortan por
los dos filos y hacen daño a quien las usa. Examinemos el asunto.
Como
portavoz cuasi-oficial del bando republicano, Milton escribió un
tratado en defensa de la ejecución del rey Carlos I, y también contestó a
los apologistas monárquicos. Estos lograron un best-seller con un libro
supuestamente escrito por el propio rey antes de su ejecución: Eikon Basilike,
"el retrato, o icono, del rey". En realidad, se basaba en algunos
textos e ideas del rey y estaba escrito íntegramente por un "negro",
John Gauden. Para los monárquicos, éste era el Novísimo Testamento: allí
aparecía Carlos hablando en propia persona como un nuevo Cristo
martirizado por los malvados. Milton contestó a este supuesto
autorretrato real en un tratado titulado Eikonoclastes, "El
iconoclasta, o rompedor de imágenes" en el que desmontaba punto por
punto la teoría política de los monárquicos y denunciaba el Eikon Basilike
como una impostura improvisada por otra persona: entre otras cosas,
señalaba cómo una de las supuestas oraciones de Carlos estaba fusilada
de un poema amatorio de una novela de Sidney, la Arcadia. Al
retratarse él mismo tan evidentemente como justificador del regicidio y
portavoz de los republicanos, Milton corrió peligro de ser ejecutado al
llegar la Restauración monárquica: al parecer se salvó por intercesión
de Davenant (el supuesto hijo ilegítimo de Shakespeare) que le debía un
favor parecido.
Pues bien, el Milton de Graves, aparte de
escribir estas cosas, falsifica los datos en provecho propio para
vapulear mejor la figura del rey: es él mismo quien prepara una oración
fusilada a partir de la Arcadia de Sidney y la introduce entre
los papeles "del rey" cuando van a la imprenta. Como broma pesada, pero
broma de humor desagradable e interesado, muy propio del personaje
caracterizado por Graves. Pero he aquí el instrumento cortante de doble
filo: en realidad, es Graves quien ha falsificado la evidencia, y quien
ha introducido en los papeles de Milton uno de su propia cocción, con el
fin de ennegrecer al personaje. La intención del autor es evidentemente
la de hacer a Milton más abyecto; sin embargo no puede esperar que la
maniobra pase desapercibida, ni salir él indemne de su propia trampa.
Repite el autor, de modo cuasi-compulsivo, el mismo gesto desagradable
que le fuerza a hacer a su monigote: con ello se traiciona y revela la
analogía inconfesable que los une. Así funciona la dinámica de la
abyección, y también en este caso podemos decir que "I am an Other."
Referencias:
Graves, Richard Perceval. "Chapter 3: Wife to Mr Milton." From Richard Perceval Graves, Robert Graves and the White Goddess 1940-1985.
www.richardgraves.org/html/gravchap.htm
2005-08-18
Graves, Robert. The Story of Marie Powell, Wife to Mr. Milton. Londres: Cassell, 1943.
"Robert Graves." Internet Public Library Online Criticism Collection
www.ipl.org.ar/cgi-bin/ref/litcrit/litcrit.out.pl?au=gra-237
2005-08-18
Boldrini, Lucia. "(Im)Proper Wife: Robert Graves’ Wife to Mr. Milton."
faculty.ed.umuc.edu/~rschumak/essay2.htm
2005-08-18
Tudor Place
www.tudorplace.com.ar/index.html
2005-08-18
Milton, John. Eikonoclastes. 1649. From The Prose Works of John Milton: With a Biographical Introduction by Rufus Wilmot Griswold. In Two Volumes. Philadelphia: John W. Moore, 1847. In The Online Liberary of Liberty
oll.libertyfund.org/Home3/HTML.php?recordID=092
2005-08-18
"The Graves Family in Ireland." Ballylickey Manor House web
www.ballylickeymanorhouse.com/history/
2005-08-18
"Verney."
www.tudorplace.com.ar/VERNEY.htm
2005-08-18
Raymond, Joad. "Eikon Basilike." Literary Encyclopedia
www.litencyc.com/php/sworks.php?rec=true&UID=5422
2005-08-18
The Peerage: Our Family History
www.thepeerage.com/
2005-08-18
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