En su teoría sobre la interacción estratégica, Erving Goffman muestra cómo las dinámicas de control de la información y de la infiltración de informantes en las líneas enemigas no son únicamente una cuestión de espionaje internacional o de servicios secretos. La vida cotidiana, tal como nos la desvela el análisis de Goffman, es una especie de guerra fría, y nuestras parejas, familiares, amigos y allegados son objeto de nuestra infiltración — como nosotros los somos de la suya. La autoinfiltración, el espionaje a uno mismo, es la culminación lógica y corolario de esta perspectiva sobre la interacción estratégica. Extraemos asimismo algunos aspectos útiles para la teorización del dominio perspectivístico en una narratología cognitiva.
Texto completo en SSRN:
Teoría paranoica de la observación mutua
https://ssrn.com/abstract=3236320
Ibercampus (20 Aug. 2018)
English Abstract:
A Paranoid Theory of Mutual Observation
Goffman's theory of strategic interaction shows how the dynamics of information control and the infiltration of informants behind the enemy lines are not solely a matter of international espionage or secret services. Everyday life, as unveiled by Goffman's analysis, is akin to cold war, and our partners in a couple, our next of kin, friends and neighbours are the object of our infiltration — as we are, likewise, of theirs. Self-infiltration, espionage on oneself, is the logical culmination and corollary of this perspective on strategic interaction. Some aspects which may be useful for the theorization of topsight and perspectival dominion within a cognitivist narratology are also emphasized.
También aquí:
_____. "Teoría paranoica de la observación mutua." In Subscribe to Me: Blog de notas de José Angel García Landa (Agosto 2008).*
http://www.unizar.es/departamentos/filologia_inglesa/garciala/z08-8.html
2008 DISCONTINUED 2018 – Online at the Internet Archive.*
2025
_____. "Teoría paranoica de la observación mutua." In García Landa, Vanity Fea 21 August 2008. (Goffman, interaction, strategy).
https://garciala.blogia.com/2008/082107-teor-a-paranoica-de-la-observaci-n-mutua.php
2022
https://garciala.blogia.com/2008/082107-teoria-paranoica-de-la-observacion-mutua.php
2025
_____. "Teoría paranoica de la observación mutua." Ibercampus (Vanity Fea) 20 Aug. 2018.*
https://www.ibercampus.es/articulo.asp?idarticulo=37209
2018 DISCONTINUED 2021
https://www.ibercampus.es/teoria-paranoica-de-la-observacion-mutua-37209.htm
2022 DISCONTINUED 2024 – Online at the Internet Archive:
2025
_____. "Retropost (19 agosto 2008): Teoría paranoica de la observación mutua." Vanity Fea 19 Aug. 2018.*
https://vanityfea.blogspot.com/2018/08/retropost-19-de-agosto-de-2008-teoria.html
2018 DISCONTINUED 2025 – Online at the Internet Archive.*
2025
_____. "Teoría paranoica de la observación mutua (A Paranoid Theory of Mutual Observation)." SSRN 30 Aug. 2018.*
https://ssrn.com/abstract=3236320
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_____. "Teoría paranoica de la observación mutua." In García Landa, Vanity Fea 20 Sept. 2018.*
http://vanityfea.blogspot.com/2018/09/teoria-paranoica-de-la-observacion-mutua.html
2018 DISCONTINUED 2025 – Online at the Internet Archive.*
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_____. "Teoría paranoica de la observación mutua: La interacción estratégica según Goffman." Academia 3 May 2022.*
https://www.academia.edu/78276234/
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_____. "Teoría paranoica de la observación mutua: La interacción estratégica según Goffman." ResearchGate 12 May 2022.*
https://www.researchgate.net/publication/360555166
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_____. "Teoría paranoica de la observación mutua. La interacción estratégica según Goffman." Humanities Commons 11 June 2022.*
https://doi.org/10.17613/yrey-xg88
https://hcommons.org/deposits/item/hc:46639/
2022
_____. "Teoría paranoica de la observación mutua: La interacción estratégica según Goffman." Net Sight de José Angel García Landa. 2022, 4 Jan. 2023.*
https://personal.unizar.es/garciala/publicaciones/teoriaparanoica.html
2022
https://personal.unizar.es/garciala/publicaciones/teoriaparanoica1.pdf
2023
https://personal.unizar.es/garciala/publicaciones/teoriaparanoica.pdf
2025
—oOo—
Teoría paranoica de la observación mutua
Blog de notas Martes 19 de agosto de 2008
Llamo teoría paranoica de la observación mutua a la expuesta por Erving Goffman en Strategic Interaction (1969).
El primer ensayo del libro, "Expression games", es muy muy típico de la
Guerra Fría, pues se basa en la tesis de que las acciones y estrategias
de los espías no son diferentes en naturaleza, sino únicamente en grado o
intensidad, de las que aplicamos constantemente en la vida cotidiana.
Los espías son como nosotros, porque nosotros somos como los espías.
Simulamos, observamos, ajustamos nuestro comportamiento calculando la
interpretación del otro, y construimos la superficie de la naturalidad
como algo que nos permita luego actuar con información previa, habiendo
preparado el terreno, y poder presentar así una espontaneidad construida
que nos permita una actuación redonda, llevando adelante nuestro
personaje con sprezzatura.
Así pues, la vida cotidiana es una especie de guerra fría, y nuestras
parejas, familiares, amigos y allegados son objeto de nuestra
infiltración—como nosotros lo somos de la suya. Naturalmente, esta
infiltración en lo más cercano lleva a una estructura de personalidad
marcada por dicha infiltración: para espiar a los demás convincentemente
debemos observarnos también nosotros, vernos desde fuera, interiorizar
la división sujeto/objeto, la observación disimulada, y la actuación
(con ensayos mentales previos) ante sí mismo, antes de exteriorizarla
convenientemente preparada ante los demás.
Recomiendo leer el
ensayo de Goffman junto con otra pieza paranoica, también modélica de la
Guerra Fría: el cuento de Donald Barthelme "Game" de Unspeakable Practices, Unnatural Acts o Sixty Stories—donde
dos encargados de accionar simultáneamente el botón nuclear se
observan, cada uno armado, cada uno paranoico, sospechando los dos de la
cordura del otro, y simulando naturalidad y despreocupación.
Veamos todo esto más detenidamente.
El ensayo de Goffman estudia "la capacidad del individuo para adquirir,
revelar y ocultar información" (4, traduzco). Cuida bien Goffman de
distinguir la información de la comunicación.
La comunicación es transmisión intencional de información, pero el
sujeto exuda información interpretable, aparte de la comunicada—por su
manera de comunicar y por todo lo demás que hace o es. En especial cara a
cara, pero también por toda la pragmaestilística, ceremonial y
materialidad de la interacción, aun si ésta es por escrito.
Antes de emplear un término vago como "verdad" para caracterizar la
comunicación del sujeto, hay que determinar si nos referimos a algo que
el sujeto cree, o a algo que es cierto, o a algo que el sujeto cree y
que es cierto.
Pero aparte de la información comunicada están
como decimos los aspectos expresivos de la interacción: los gestos e
información no codificada que emplea el sujeto observado. La idea
central del libro de Goffman es que como resultado de la interacción y
de la observación mutua, estos gestos en principio no codificados
pueden, primero, interpretarse; luego, una vez el observado sabe que
pueden interpretarse, pueden codificarse y presentarse como una
espontaneidad construida; y tercero, esa construcción o
gramaticalización puede a su vez ser descubierta. El juego de
codificación y descodificación puede continuar (por ejemplo,
estableciendo un segundo plano de comunicación mutuamente entendible
pero no confesada abiertamente), con complicaciones sucesivas, tanto
más complejas cuanto fino sea el conocimiento que las partes observada y
observadora tienen una de otra—pero se vuelve todo esto cada vez más
incierto, y la información obtenida menos utilizable y más azarosa.
Aquí teoriza Goffman la interpretación "sintomática" (crítica o unfriendly) como estrategia de lectura del mensaje, tanto del contenido comunicado como de su periferia estilística:
Esto se
extiende a todo tipo de información contextual no comunicada
intencionalmente. Al leer al otro, no nos limitamos a recibir
pasivamente su información, sino que interpretamos el contexto para
obtener información suplementaria. Y esto lleva a que esa información
suplementaria y originalmente no controlada se preste a ser controlada,
primero por el sujeto observador, luego por el sujeto observado, para
limitar la capacidad de observación del observador y obtener una ventaja
en la situación interactiva:
Veremos que esta competencia o
guerra de ingenios entre el observador y el sujeto observado lleva a los
dos a convertirse en imágenes especulares (infinitamente especulares en
potencia), ambos observador y observado. El proceso de observación y de
interpretación de los signos obtenidos se transforma así en una lucha
por obtener la posición de topsight—
el dominio perspectivístico del panorama de la acción, disponiendo de
la información más fiable. Y, visto que la labor del sujeto observador
no es únicamente pasiva, sino también activa, fabricando
la realidad que ha de ser observada, se convierte este enfrentamiento
también en una lucha por el control de la realidad: ¿cuál de los dos
sujetos sabe qué es lo real, cuál sabe distinguir lo realmente
espontáneo de lo construido, de lo que se ha amañado o preparado para
que pase por natural? ¿Cuál construirá una realidad a la vez más
controlada y más aparentemente inocente? ("Tanta casualidad no puede ser casual"
canta Carmen París). Es un combate casi metafísico—habida cuenta sobre
todo de que el Otro al que nos enfrentamos es el Otro-en-nosotros, es la
interpretación que hacemos de lo que el Otro puede interpretar, tal
como lo entendemos desde nuestro punto de vista. Las posibilidades de
empatía crecen a la vez que las de competencia (tema para buenos
argumentos de espionaje)—y si el sujeto se construye mediante la
reflexión y la interiorización de la interacción, podemos decir que este tipo de distancias cortas son un espacio de primera categoría para el desarrollo de la experiencia subjetiva.
Aunque Goffman lo tenía a huevo para utilizar una analogía
heisenbergiana (por aquello de que la presencia del observador afecta a
la situación observada) se desentiende explícitamente de ello (p. 11) y
distingue entre la observación de seres inanimados, indiferentes a ser
observados, y la de seres animados, en los que la observación
desencadena una reacción. Pasa a clasificar los tipos de movimiento
interactivo posibles:
1) unwitting move,
cuando la actividad del objeto observado no va orientada al sujeto
observador, cuando es digamos "natural", iniciando así el juego (pero
sin jugar).
2) naïve move,
la interpretación que hacemos de un objeto cuando damos por hecho que
el sujeto observado puede interpretarse tal como aparece, en sentido
literal digamos—que sus acciones son unwitting moves.
3) control move,
cuando el objeto (también sujeto observador) produce expresiones que
considera mejorarán su situación si son interpretadas como unwitting moves
por un observador crédulo: "The subject appreciates that his
environment will create an impression on the observer, and so attempts
to set the stage beforehand" (12).
Los movimientos de control
se diversifican a su vez de modos interesantes, dando lugar a las artes
de "1) concealment or cover, 2) accentuated revealment, and 3)
misrepresentation" (14). Esto tiene consecuencias interesantísimas en la
complicación de la realidad que produce: la realidad antes inocente
pasa a ser algo calculado y fabricado; se abre un segundo nivel de
significación no literal y compleja. Por otra parte, aunque Goffman no
lo presenta en estos términos, tiene esto una importante dimensión
narrativa: la realidad se narrativiza intensamente, con argumentos
hipotéticos de detección y ocultamiento, se llena de historias posibles
que se materializarán o no, y el futuro pasa a ser planificado desde el
presente. Se siembran las semillas de la acción futura que luego se hará
pasar por espontánea: toda una historia, vamos. Aquí se juntan
predicción, retroacción o retroprospección (desde la
predicción) y una intensa reflexividad empática. Goffman se refiere a G.
H. Mead cuando nos dice que "the subject turns on himself and from the
point of view of the observer perceives his own activity in order to
exert control over it" (12).
Este paso, aunque intensamente interactivo, no es propiamente comunicativo:
Otra
dimensión narrativa del análisis de Goffman aparece en su definición de
las explicaciones y relatos: "The subject, in addition to feigning and
feinting, can provide the observer with ’accounts’ and ’explanations’ ,
these being verbal techniques for radically altering the assessment that
the observer would otherwise make" (16). Habría que aclarar que el
observador también construye (ha construido) una estructuración
narrativa de los hechos, y que la narración explícita del sujeto
observado es una contranarración,
una narración más en un concurso de narraciones o estructuras
narrativas que explican o interpretan la realidad de maneras diferentes.
Una vez establecido el movimiento 3.1 (covering move) puede abrirse paso al movimiento interactivo número 4: uncovering move, mediante
exámenes o revisiones. El juego de encubrimiento y descubrimiento puede
ser especialmente intenso en un contexto específico que sea bien
conocido tanto por el observador como por el observado (el encubrimiento
y descubrimiento de la ignorancia académica, entre profesores y
alumnos, es un ejemplo; otro serían los signos generados por el hábito
entre las parejas). Y tras el 4 viene el 5: counter-uncovering move, el paso final de complicación que Goffman considera útil distinguir en este análisis del maquiavelismo cotidiano.
Un elemento a tener en cuenta es que, habida cuenta de la observación
mutua y del deseo de cada uno de los actores de tener el dominio
informativo sobre la situación, un paso especialmente recomendable es simular que no se tiene ese dominio:
"The best advantage for the subject is to give the observer a false
sense of having an advantage—this being the very heart of the ’short
con’." (20). El sujeto se halla en posición especialmente favorable si
controla al controlador, si puede ofrecer un aspecto ya sea de
inatención descuidada, de la "naturalidad" de quien no se siente
observado. O, en una segunda fase, de incompetencia—
simulando torpes maniobras de ocultación que en realidad buscan
despistar al espía, que creerá haber desvelado las patéticas defensas
que el sujeto levanta contra la posibilidad de ser espiado. Son dos
fases similares (una naturalidad construida), una fingiendo ignorar al
observador, otra fingiendo que se le considera menos compentente en su
obtención de información de lo que en realidad se le considera. Claro
que si este juego se descubre se pasa rápidamente a un terreno
indeterminado en el que todo pasa a ser engañoso y toda apariencia es
potencialmente una construcción.
La realidad inocente peligra, con esto que Goffman llama la "corrupción de la expresión". Una vez el sujeto se embarca en la simulación de expresiones emocionales, descubre que toda señal espontánea puede ser imitada y controlada para controlar así a quien la observe. Así la expresión facial antes espontánea, los rasgos corporales que traicionan la emoción interna, y que pueden ahora ser ensayados, etc. Los espías internacionales pueden así construirse una identidad falsa con abundancia de indicios "periféricos" que proporcionan lo que Barthes llamaría un efecto de realidad. Pero la vigilancia se extiende rápidamente a otros terrenos y contextos:
Vamos,
que estamos en terreno móvil continuamente: lo que hace poco era
incontestablemente natural puede hoy ser al menos en potencia el teatro
público de una monitorización universal.
Pero no hace falta
llegar a refinamientos tecnológicos para que se "corrompa la expresión".
En la interacción ordinaria, tanto el observador como el sujeto
observado monitorizan la expresión de éste, y evalúan lo que podría ser
creíble como manifestación espontánea o como fabricación—y el propio
sujeto observado altera su expresión de acuerdo con estas evaluaciones.
Así por ejemplo con señales de atención tales como la dirección de la
mirada:
Mirando
o no mirando a las piernas de las chicas, por ejemplo. Es interesante
este asunto de la dirección de la mirada si se tiene en cuenta que en el
ser humano es un dato eminentemente evaluable (por la visibilidad de la
posición relativa del iris y el blanco de los ojos) si se compara con
la mirada de otros animales. Es en efecto un instrumento interactivo de
primer orden—tanto la mirada de reojo como su interpretación y su
control. Sugiere Goffman que si bien es esperable un cierto control
sobre la expresividad, el control completo es imposible: "subjects
cannot be counted on to maintain complete strategic control over their
expressive behavior" (33)—y de allí que sea útil estudiarlo, y necesario
aventurar interpretaciones siempre inciertas en cuanto a los límites de
ese control.
Es difícil sobrevalorar la importancia semiótica
de estos fenómenos: signos espontáneos que se captan primero en un
proceso de interacción, y que luego pasan a fabricarse, una vez esa
captación es captada a su vez—todo un ejercicio de atención a la
semiosis de la realidad, "an intentional shifting into the explicit
focus of attention of what is ordinarily obligatorily disattended" (35).
Este ejercicio de atención también lleva a desarrollar una perspectiva
holística sobre el sujeto, visto que la riqueza de información viene
precisamente de la multiplicidad potencial del individuo, irreducible a
una sola dimensión comunicativa, o a un solo papel interaccional. La
actuación es guiada en principio por el interés predominante de un
individuo, pero los individuos son multidimensionales, no tienen un
único interés—su papel en cuanto actores en una determinada línea de
acción no es sino uno de sus posibles avatares. Las líneas de acción y
los sujetos no coinciden. De allí que distintos sujetos puedan formar
equipo para un objetivo determinado, o que un mismo sujeto se vea
dividido en sus distintos aspectos o roles, el que está comprometido con
el objetivo, y otros yoes que tienen intereses divergentes:
Otra complicación interactiva de esta fragilidad o borrosidad del sujeto es que estas debilidades pueden volverse un inconveniente para el propio observador. Así por ejemplo, las confesiones obtenidas bajo tortura no resultan informativamente fiables, y de hecho son desacreditadas en los sistemas judiciales modernos. Y esta misma debilidad conocida puede ser reciclada, reutilizada y utilizada por el sujeto como una baza en el juego, de manera calculada (41). Nos cuenta Goffman historias fascinantes de espionaje: de bandos que ocultan información a sus propios miembros a los que saben vigilados, para así poder manipular mejor al enemigo que así interpretará su ignorancia, o su fe en la información amañada, como auténtica y no fingida. Espías, y agentes dobles, y triples y cuádruples, cuyas maniobras son cada vez más ambiguas y azarosas. (La película de Martin Scorsese Infiltrados (The Departed) ofrece buenos ejemplos de estos problemas y peripecias).
Y va Goffman clasificando distintos tipos de limitaciones impuestas al juego de la expresión: factores físicos, conocimiento especializado, características de la naturaleza humana, y normas sociales. Por ejemplo, ésta muy interiorizada, que nos indica que no hay que mentir y que se asegura de que de hecho no lo hagamos:
Todos llevamos un polígrafo
incorporado. Pero ahí ya entra el juego entre las partes sobre si se
quiere interpretar realmente, o si se sabe hacerlo, o sobre si es
meramente suficiente para esa interacción en concreto una verbalización
de la verdad oficial, sea lo que sea lo que trasluzca de los mensajes
expresivos del sujeto. De esto hay mucho en política, donde se lanzan
mensajes de todo tipo a distintos niveles. Como señala Goffman, aun
habiendo reglas del juego, éstas pueden seguirse, o no seguirse, y eso
por una variedad de motivos, tanto buenos como malos.
En la sección sobre propiedades estratégicas del juego, Goffman diferencia entre los movimientos interactivos reales y los virtuales o tácitos.
Esto se debe al hecho de que, visto que la acción va a dar lugar a una
respuesta, esta respuesta se anticipa y modifica ya la acción antes de
que ésta se produzca (G. H. Mead)—podríamos decir que la acción humana
es inherentemente dialéctica, o dialógica, en este sentido. O, por
decirlo de otra manera, que como toda acción va a ser respondida, ya
viene ajustada a esa hipotética respuesta, ya la incorpora por
adelantado (y es a la vez una respuesta a esa respuesta, y quizá a la
reacción subsiguiente del interlocutor). Toda acción es ya interacción,
por lo mismo que toda palabra (como decía Bajtín) es diálogo implícito, y
viene ya modulada de antemano por las presuposiciones del interlocutor
(o más bien por lo que presuponemos que son sus presuposiciones).
Es
decir, que la realidad está interpenetrada de realidades posibles, de
ficción y de historias que no llegan a materializarse pero que rodean
como virtualidades y potencialidades lo que en efecto sucede—sin contar
con que están constantemente sometidas a reescritura. Incluye la
realidad todas esas irrealidades, es más, está conformada por ellas. La
interacción maquiavélica supone, pues, toda una narratividad implícita, o
una hermenéutica de la acción estratégica del sujeto. Respondemos por
anticipado a a una acción del contrario que no se ha producido, y que de
hecho no se producirá, precisamente debido a nuestra respuesta. Podría
parecer un mundo de acciones fantasmales, pero es el mundo en el que
vivimos la vie quotidienne, un mundo de cálculo, estrategia, y control de la expresión.
La realidad, sin embargo, se resiente, cómo no. Y nos entra una
paranoia de la autenticidad. Podemos dudar de si lo que se nos ofrece es
inocente y literal, o si es un fingimiento mal intencionado, o si es
una "inocencia" construida, un estudiado ajuste a las expectativas
destinado a facilitar la interacción. Observa Goffman que una coartada
demasiado perfecta, una representación demasiado buena, puede inducir
sospechas de ser lo contrario de verdadera. Y que tampoco son fiables en
cualquier caso sus versiones imperfectas—todo depende de la situación.
Hay criterios para distinguir la autenticidad, sí: por ejemplo, el
entramado irrepetible de detalles—pero nunca son válidos los mismos
criterios siempre y en todo lugar. Esto es como el arte de la guerra de Sun Tzu:
Y es que tratándose de un juego de a la vez identificación y competencia con el contrario, se instala una relación perniciosa que impide la estabilización del sentido:
Y no hay solución buena: ni pensar que el adversario es más ciego, y que ya estamos un paso por delante de él, ni pensar que es tan vivo como nosotros, pues podemos utilizar estrategias hiperrefinadas que podrían ser incluso contraproducentes al ser ignorados nuestros esfuerzos por un adversario mucho menos hermeneuta y más directo que nosotros (fools rush in where angels fear to tread...). Y así nos instalamos en la paranoia hermenéutica, en terreno violentamente oscilante e incierto:
El juego de la interacción lleva a que la mera posibilidad de ser observado por un vigilante convierta al sujeto (ya) en vigilante él mismo, inaugurando el ciclo maquiavélico de las apariencias circunstanciales y su construcción cuidadosa. El mismo comportamiento "inocente" se vuelve, cuando hay consciencia de ser vigilado, en una actuación teatral (no de otro modo pasamos ante los controles policiales).
Así pues, la realidad tal como la experimentamos es activamente construida por anticipado—y adquiere así una naturaleza dramática, y narrativa—pues
contamos con que nuestra interpretación de nuestro papel será observada
y evaluada según un plan que prevemos lo mejor posible. El futuro se
construye por anticipado, y se prepara desde ahora (plantándola por
adelantado) la mejor salida a las alternativas que los demás nos puedan
presentar. Desde el momento en que el sujeto observado puede reciclar el
contexto y modelarlo por anticipado para que produzca el efecto
deseado, abriéndonos salidas alternativas, y haciendo lo posible por que
juege a nuestro favor, dentro de lo posible, la conjunción irrepetible
de circunstancias. Esta conjunción va creando espontáneamente nuevos
contextos que en parte pueden haber sido amañados por adelantado, y en
parte ofrecen material para futuras manipulaciones. Esta cuestión de la
preparación por adelantado del futuro me interesa especialmente por lo
que desvela sobre la naturaleza retroactiva del presente—la
interpenetración mucho mayor de lo que solemos creer entre presente,
pasado y futuro (o sea, la articulación del tiempo propiamente humano,
que es una construcción a la vez intensamente semiotizada, e
interactiva).
Pasa Goffman a estudiar situaciones interactivas
de tres sujetos: uno que prepara una situación para que un tercero
interprete en ella las acciones de un segundo—el ejemplo clásico es lo
que los americanos llaman framing,
el plantar pruebas incriminatorias contra alguien, pruebas del tipo
exacto que un tercero o una autoridad va a apreciar como irrefutables.
(De ahí al sentido más goffmaniano de framing
entendido como construcción interaccional de la realidad no hay sino un
paso). Otro caso de paranoias en tríos y en grupos se da en el caso de
los viejos amigos, cuando cada cual va sabiendo (y diciendo a unos sí y a
otros no) cosas de los demás que no deberían saberse, o revelarse. Esto
lleva a que sea un alivio librarse de estas relaciones, o a echar en
falta los tiempos iniciales donde todo el mundo tenía menos información
utilizable.
En fin, que nuestra identidad pública, como la de
los espías, siempre es una construcción parcialmente ficticia y frágil,
sujeta a revelaciones, desenmascaramientos, exposición de
contradicciones y de actitudes incompatibles. Es otro aspecto de lo que
Goffman llamaba "rostro" en su famoso ensayo "On Face-work". Le echamos
rostro, queramos o no. Y no sólo somos espías, sino que vivimos rodeados
de ellos:
Al parecer Goffman era un
observador con algo que ganar, y como tal temido por sus colegas y
allegados—aun cuando únicamente estuviese reuniendo datos y ejemplos
para su teoría.
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