El hombre bicentenario
El hombre bicentenario (Chris Columbus, 1999) como la más reciente I, Robot,
está basada en las historias de robots de Asimov. El planteamiento de
base es el mismo: un robot que es más humano que los demás (un
pseudo-problema, claro, o más bien un desplazamiento metafórico para
dramatizar la cuestión: el robot como una máquina que es más humana que
las demás). Esta vez la película, de Robin Williams, no es de acción,
sino un drama filosófico/sentimental para niños. El androide Andrew,
fabricado de serie en 2005, como de hecho ya los hacen, resulta ser
excepcional por su creatividad y sensibilidad, se va haciendo cada vez
más humano. Primero pide aumentar la expresividad de su rostro mecánico;
luego se independiza de la familia que lo había comprado y vive solo,
buscando (sin éxito) otros como él. Desarrolla una relación afectiva con
la niña de la casa, que casi elige quedarse a vivir con él en lugar de
casarse con su novio. El androide encuentra un genio aislado que le
desarrolla un aspecto exterior humano, y desarrolla una relación
afectiva primero con su antigua "pequeña Miss", cada vez más mayor, y
años después, ya dando el paso hacia la relación de pareja, con la nieta
de ella, Portia. En el último momento Portia se decide a irse con
Andrew en lugar de casarse mecánicamente, como había hecho su abuela,
con un hombre "cuya cara parece un abrelatas de esos de antes". A esas
alturas ya tiene Andrew un aspecto totalmente humano, con desarrollos de
órganos blandos artificiales a los que él mismo ha contribuido, pero
cuando intenta que su humanidad se reconozca oficialmente, se le niega
precisamente por su inmortalidad. Así que decide emprender su última
mejora, ya con Portia envejeciendo, una mejora/empeoramiento que le dé
la mortalidad en una fecha indeterminada. Su nueva solicitud ante el
Tribunal Supremo se ve atendida por una juez negra, en lugar de un viejo
Wasp, y aunque el fallo no es inmediato, consigue que se reconozca su
igualdad de derechos civil justo cuando cumplía doscientos años. Para
entonces ya eran él y su pareja anciantos terminalmente enfermos y
mantenidos con vida artificialmente; muere cuando se disponía o oír el
fallo del tribunal, y seguidamente Portia pide a su enfermera-robot que
la desconecte del sistema. Ella obedece, ya no sabemos si porque es
robot o precisamente por humana; la diferencia se ha difuminado.
En esta película el robot jamás se rebela ni es el malo ni demuestra su
superioridad en fuerza bruta, en eso es ciertamente excepcional. Es una
película en la que más que sobre los robots se habla sobre el
envejecimiento y la necesidad de aceptar la muerte - la muerte como un
derecho civil, casi, porque toda la retórica de la película, desde la
emancipación educada del robot-esclavo hasta la escena del tribunal con
la juez negra, asocia la historia de Andrew a la de los negros
americanos. Como elemento de incoherencia en el trasfondo trabaja una
cosa en la película, claro. Este negro quiere ser como los blancos, y se
va blanqueando hasta hacerse totalmente indistinguible de ellos.
También falsea el tema, aunque en otro sentido ayude a tratarlo, el
hecho de que Andrew se nos presente como un ser aislado y excepcional.
La propia película deshace luego ese planteamiento al ir humanizando
gradualmente a Galatea, la robotina ayudante del genio solitario, que
acaba siendo la enfermera humana que atiende a Andrew y Portia en sus
últimos momentos. En fin, el papel desde luego está hecho a medida de
Robin Williams, curios experimento de estrellato el de hacer un robot
que se le parezca y luego ir extrayendo su cara: Williams es
especialista en estos personajes entre la marginalidad extravagante y la
humanidad. El tema del reconocimiento de derechos civiles a las parejas
homosexuales supongo que también está en el trasfondo, desplazado a la
pareja "antinatural" del Andrewoide y esta Porcia que, como la de
Shakespeare, también tiene problemas de elección matrimonial. No hace
falta que diga que también en el tema de la eutanasia deja la película
claramente expuesto su punto de vista.
Volviendo al tema de la
muerte, la película se presenta como una educación en la necesidad de
aceptar la mortalidad. A través de Andrew, gran pinocho o Peter Pan con
poco mundo, se nos va instruyendo en los hechos de la vida. Primero en
la sexualidad (tema un tanto pringoso pero divertido - sobre todo cuando
tras la descripción que hace Andrew del imaginado éxtasis sexual, dice
su colega el sabio solitario - "Buaa. ¡Yo también quiero!"). Y luego en
la vejez y la mortalidad (ahí van a salir, de momento, menos entusiastas
a apuntarse). A los niños les encantó, pero al final a Oscar se le
reblandecieron las emociones y nos daba unos abrazos, llorando de pena
por el robot viejito, pobrecico. Se dan cuenta de más cosas de las que
pensamos, si no no les afectaría tanto, creo. Y es que son pequeños
humanos, de órganos blanditos...
Lo que opinaba Turing sobre la búsqueda de la inteligencia artificial, en su "Computing Machinery and Intelligence":
"In attempting to construct such machines we should not be irreverently
usurping His power of creating souls, any more than we are in the
procreation of children," Turing had advised. "Rather we are, in either
case, instruments of His will providing mansions for the souls that He
creates." (cit. por George Dyson, vía BoingBoing;
http://www.edge.org/3rd_culture/dyson05/dyson05_index.html
Pero la
inteligencia artificial se encamina más bien hacia una semiinteligencia
orientada a la eficiencia mercantil de los sistemas. Lo que está
sucediendo de hecho es que la robotización avanza en dos sentidos: la
estandarización de comportamientos y procedimientos administrativos, lo
que Weber llamaba la burocracia, y que mejor se llamaría burrocracia,
tiende a hacer de la gente robots; el desarrollo de sistemas de
inteligencia artificial tiende a hacer de las máquinas seres que
interactúan inteligentemente. Si a ello se suma la cultura y psicología
de las apariencias, vemos en la Actroid el futuro de la robótica. Y
desde luego nunca va a pedir derechos civiles ante un tribunal – más
bien será poco distinguible de los robotizados empleados que idealmente
querría tener la gran empresa, y que de hecho obtiene y manufactura con
sus procedimientos disciplinares. La Actroid puede ser guapilla, y hasta
tiene mucha conversación en según qué temas, pero no la saques de allí.
A muchas otras personas, tampoco, especialmente en su puesto de
trabajo. He ahí el método para desarrollar, si no la inteligencia, sí al
menos la semiinteligencia artificial.
Puede verse el state of the art en tecnología roboblanda aquí, con la Actroid japonesa;
http://news.bbc.co.uk/1/hi/sci/tech/4714135.stm
o, un poco más "dura", aquí – pene-robot de la NASA, vía BoingBoing:
http://www.nasa.gov/centers/goddard/mpeg/115084main_ballerina.mpeg
6 comentarios
claudia -
tambien la vida cotidiana de todos los dias tomaban acuerdos y nadie sufria "valorabamos".y ahora noo.......
Pero buenoo la vida es asi y que no se puede cambiar no se cambiara pero esto es para todos hay que valorar lo que uno tiene y no enriculizarse la vida es asi y es una "fiesta" simplemente .
espero que lean esto que es pura verdad
clauuuu!!!!!!
que su flor nunca marchite
pau -
Pablo Daniel -
Esta historia es muy emotiva con los problemas que se van desarrollando y explica el dolor de la muerte de nuestros seres queridos.
A esta película le pongo un 10 por ser muy buena
jeanette -
JoseAngel -
Ana -
Pero apesar de esto el robot se da cuenta y pide que puedan dar gestos a su rostro.
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