"La supresión de los orígenes" es la sección final de un trabajo de Pierre Teilhard de Chardin, "La Visión del Pasado: lo que aporta y lo que resta a la ciencia", publicado en Études en 1949 y recogido en el volumen La Visión del Pasado (Taurus, 1958). Aquí Teilhard reflexiona certeramente sobre la relación entre la teoría evolucionista, el origen de las especies, y el perspectivismo retrospectivo que es inherente al estudio histórico. Clarifica así retroprospectivamente los problemas que se planteaban al darwinismo ante las aparentes evidencias fijistas del registro fósil —los mismos problemas que tratarían de resolver Gould y Eldredge con su teoría del "equilibrio puntuado".
Por decirlo de modo contundente y simplificado, explica aquí Teilhard por qué (siendo firmes, sin embargo, los postulados de la biología evolucionista) las especies no parecen evolucionar a lo largo del tiempo, sino más bien aparecer y desaparecer de los registros paleontológios en estado de relativa fijeza, y sin conexiones visibles o "formas intermedias" con especies vecinas. En suma, explica por qué se perdió el Eslabón Perdido, y por qué no es previsible que lo encontremos. La explicación es clara y nítida, reafirma la solidez del Evolucionismo, y pone de manifiesto la importancia de la consciencia histórica, el perspectivismo y la retrospección para un adecuado enfoque de estas cuestiones.
LA SUPRESIÓN DE LOS ORÍGENES
Por manifiestas e irrecusables que se revelen, en un número cada vez mayor, las huellas de los "movimientos dirigidos" en la distribución de los seres y de los acontecimientos observados en un espesor de Duración creciente, sigue habiendo una dificultad o anomalía, con la que ha tropezado durante mucho tiempo todo intento realizado por establecer una interpretación coherente del Pasado. Sobre la realidad ciertamente objetiva de trayectorias numerosísimas, dejadas por la Vida en el curso de su desarrollo, a nadie le es ya lícito dudar. Pero, entonces, ¿cómo explicar que estas trayectorias, precisamente, si se intentan remontar hasta sus orígenes, se niegan a ajustarse entre sí, y permanecen como suspendidas en el aire? Sí, en el Universo, todo ha nacido en génesis, ¿cómo es que no podemos hallar el auténtico comienzo de nada?...
La curiosa antinomia estructural de un pasado que, por una parte, se impone invenciblemente a nuestra experiencia como habiendo debido formar una corriente subcontinua, y que, sin embargo, se disgrega no menos manifiestamente, bajo nuestra mirada, en una pila de planos fijados o discontinuos, a muchas buenas mentes les pareció largo tiempo que se oponía de modo decisivo a toda idea de una evolución generalizada de la Materia viviente e inanimada.
Ahora bien: para todo biólogo e historiador un poco despierto y alerta, es evidente ahora que la presunta contradicción, tan fuertemente objetada, entre estabilidad y fluidez en el discurrir de la Vida, no es sino un simple efecto de óptica, ligado a los caracteres intrínsecos de todo "comienzo" en el mundo de los fenómenos. Por naturaleza, cualquier fenómeno (sea individual, sea colectivo) constituye un acontecimiento relativamente corto; y en todos los casos se termina con la aparición de organismos débiles supeditados a un rápido desarrollo. Trátese de ontogénesis o de filogénesis, el embrión y el recién nacido representan un ser tomado a un tiempo en su máximo de variabilidad morfológica y en su mínimo de resistencia a las actuaciones destructoras de lo de dentro y de lo de fuera. En estas condiciones, ¿no es rigurosamente inevitable que, en un intervalo de Duración lo bastante grande como para que aparezca el desarrollo de un phylum animal o vegetal, desaparezcan automáticamente (por no haber afectado durante bastante tiempo a un número lo bastante crecido de individuos, reciamente consolidados en su estructura) las primeras fases de este phylum (es decir, precisamente las más conectivas y las más plásticas?) Por el simple desgaste selectivo del Tiempo, el transcurso real, primitivo, de las cosas tiende, por sí mismo, a reducirse a una serie de máximos estabilizados. Al envejecer, las huellas de la Evolución se fijan y "se atomizan", de manera que todo parece surgir terminado ya ante nuestros ojos. He aquí la sencilla respuesta a muchas de las dificultades con que tropezamos en nuestra reconstrucción del Pasado.
En el caso de las ramas más antiguas del árbol de la Vida, podría tildársela, en rigor, y teniendo en cuenta la explicación antedicha, de cómoda escapatoria inventada por los transformistas como último remedio. Pero en el caso y en el interior de un grupo zoológico tan ciertamente evolutivo (y monofilético) como la Humanidad, ¿no reaparece la misma ley y se comporta exactamente del mismo modo? Es decir, ¿es que no somos tan incapaces de percibir el origen de los primeros Griegos, o de los primeros Chinos, como lo somos de percibir el de los Didelfos o de los Anfibios? Más aún, y como he repetido muchas veces: en el caso de principios indubitables, de los que fuimos testigos directos (automóviles, aviones, etc.), teneos la certeza de que si nuestros motores mecánicos se fosilizaran, nunca (¡a no ser que se desenterrase un museo!) los paleontólogos del futuro podrían sospechar, ni tampoco recuperar, los tipos rudimentarios que han precedido al perfeccionamiento de nuestros aparatos más acabados, más estandardizados y, por lo tanto, más abundantemente repartidos
Inevitable e invariablemente, al mismo tiempo que pone de relieve y hace surgir uno tras otro los grandes ritmo del Universo, la visión de lo Lejano temporal borra en ellos las huellas y los rasgos originales de su nacimiento. Lo mismo que la erosión, cuando trabaja sobre una depresión del terreno, va cavando poco a poco un valle allí donde primero sólo existió una pequeña grieta en el terreno, así también el trabajo de los siglos amplifica sin tregua, ante nuestros ojos, todo salto natural de crecimiento en cualquier campo de las cosas. Engrosar el Pasado, no es tan sólo sacudirlo ópticamente, y ponerlo en movimiento; es también reducirlo a hojillas, o "hipercuantificarlo". En paleontología, sin duda (para tomar tan sólo un caso particularmente sencillo), no cesa la terquedad de los investigadores (1),
1) Cfr. P. de Saint-Seine, "Les Fossiles au rendez-vous du Calcul", Etudes, noviembre de 1949.
merced al descubrimiento continuo de "tipos intermediarios", a veces sensacionales, con los que se van multiplicando los planos que se escalonan hasta perderse de vista a nuestra mirada entre el Presente y los horizontes más remotos de la Tierra. Pero entre estos planos, por apartados que se hallen, quedan grandes huecos, y es fuerza que existan siempre. No, sin duda, caprichosa deformación del paisaje, puesto que los vacíos cavados por "efecto del tiempo", en las series históricas, se hacían mayores cuando se trataba de movimientos más lentos y más antiguos, y con ello el relieve general de la perspectiva se halla rectificado y acentuado; pero se trata de lagunas, no obstante... en el Tiempo, como en el Espacio, el poder separador de nuestros instrumentos más perfeccionados no podría superar cierto límite, allende el cual se extenderá para siempre, para nuestro conocimiento, una zona de Indeterminado.
Por tanto (hecho paradójico), no de la observación del Pasado, sino de la observación del Presente, brota, al cabo, el estudio del mecanismo de los Orígenes. Investigación delicada y decepcionante en la medida en que muchas cosas (y precisamente las más revolucionarias, las más interiores y más amplias...) comienzan generalmente, en torno a nosotros, a nuestra vista, sin que de ello tengamos conciencia, sino demasiado tarde, y retrospectivamente. Pero investigación doblemente facilitada: sea por la anotación cada vez más detallada y mejor fijada en nuestros varios archivos de cuanto acontece en la faz de la Tierra; sea también (pero esto requeriría especial estudio) por el hecho de que, verosímilmente, no fue en otro tiempo, en los orígenes del Universo, cuando se produjeron, sino hacia adelante, por el lado del porvenir en formación, en donde se preparan, ante la mirada del naturalista y del físico, los acontecimientos en verdad reveladores de las especies y de las sociedades: los grandes comienzos.*
*Comunicación al Congreso internacional de Filosofía de las Ciencias, celebrado en París del 17 all 22 de octubre de 1949.
Etudes, diciembre de 1949.
Este texto complementa convenientemente otros razonamientos de Teilhard de Chardin en los que propone una explicación para lo que llama "la paradoja transformista", a saber, el hecho de que en el registro fósil las especies parezcan exhibir antes continuidad y fijismo que una evolución gradual, a lo largo de su existencia, unido al hecho de que las nuevas especies aparecen al parecer súbitamente y sin lazos visibles intermedios (o con "eslabones perdidos") entre ellas y las especies vecinas. Una paradoja que para algunos parecería contradecir la teoría de la Evolución, al menos en su formulación darwinista y gradualista, y favorecer cuanto menos un desarrollo por alteraciones bruscas o apariciones súbitas.
La explicación de Teilhard proviene de una larga experiencia como paleontólogo, y manifiesta una aguda conciencia de la manera en que la distorsión retrospectiva (o 'hindsight bias') contribuye a crear un determinado panorama de la historia biológica y una perspectiva particular sobre el origen de las especies. Esta perspectiva narrativística se puede cotejar ventajosamente con la de otro gran evolucionista-narrativista, Stephen Jay Gould, quien sin embargo no tenía en gran consideración la obra de Teilhard, o no le prestó suficiente atención.
Más sobre las ideas de Teilhard y su relación con el evolucionismo de Darwin y de Stephen Jay Gould puede verse en este artículo que acabo de subir a SSRN, "La Paradoja Transformista y el Equilibrio Puntuado."
Examinamos las observaciones de Pierre Teilhard de Chardin sobre lo que él denomina "La paradoja transformista" subrayando cómo anticipa la célebre teoría evolucionista del "equilibrio puntuado" de Stephen Jay Gould y Niles Eldredge, teoría que supuso una revolución conceptual en la biología evolucionista y una revisión significativa del darwinismo. Teilhard de Chardin, frecuentemente menospreciado como biólogo evolucionista, entre otros por el propio Gould, razona sin embargo de modo certero y científicamente correcto sobre este punto, y ofrece una perspectiva sobre la evolución que es alternativa al darwinismo clásico, apoyándose en su amplia experiencia como paleontólogo.
Texto completo en SSRN:
La Paradoja Transformista y el Equilibrio Puntuado
https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=5386138
8 Pages Posted: Last revised: 10 Aug 2025
Date Written: November 05, 2021
English abstract:
The Transformist Paradox and Punctuated Equilibrium
This paper examines Pierre Teilhard de Chardin's observations on what he calls 'the Transformist paradox' emphasizing its kinship with the celebrated evolutionist theory of 'punctuated equilibrium' put forward by Stephen Jay Gould and Niles Eldredge, a theory which effected a conceptual revolution in evolutionary biology and a significant revision of darwinism. Teilhard de Chardin, often disregarded as an evolutionary biologist, among others by Gould himself, offers nonetheless an insightful an scientifically correct reasoning on this issue, and, based on his wide experience as a paleontologist, he provides a perspective on evolution which is an alternative to classical darwinism.
Keywords: Biology, Evolutionary biology, Evolutionism, Evolution, Punctuated equilibrium, Species, Origin of species, Teilhard de Chardin, Darwinism, Stephen J. Gould
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