Cuentas rendidas
¿Alguien quiere un libro que vale 123 dólares?
Se titula The Dynamics of Narrative Form, y lo ha editado John Pier (Berlín y Nueva York: Walter de Gruyter, 2005). Tengo un artículo en él, titulado "Overhearing Narrative", y hay un par de revistas académicas que andan buscando alguien que haya trabajado en teoría narrativa y que quiera reseñarlo.
Los
reseñistas hay que cazarlos con cazamariposas, como no sean los amigos
que están dispuestos a someterse al sufrido trabajo (normalmente
aburrido, y con riesgo de quedar mal o de disgustar) ya sea por amor al
arte o con la esperanza de un toma y daca académico (hoy te reseño,
mañana me reseñas... ). Me han preguntado si tenía sugerencias de a
quién pedirle que la hiciese (cosa que realmente no es tan obvia), pero
en un arranque de 1) Vanidad 2) Honestidad 3) Pereza 4) Angustia vital
5) Otros - elegir una o más, he sugerido que se ponga un anuncio en
medios académicos y se envíe al mejor postor ¡si hay postores! Las
reseñas cuentan prácticamente cero como publicación académica, con lo
cual hace falta tener ganas para ponerse a hacer una, u otras
motivaciones. Desde luego, el rendimiento académico directo, para el
ridículum vitae de uno, tiende a cero.
En fin, aunque estoy un
tanto escéptico con el tema últimamente, tampoco es cuestión de rechazar
cien por cien los intercambios académicos personales. Hoy mismo le he
enviado unas separatas mías al profesor que me escribió anteayer, de
Finlandia; a él lo conocí por sus libros, que me gustaron, luego escribí
unas reseñas sobre ellos, y me ha escrito. Igual hasta acabamos
colaborando en algo. Pero por lo que tengo visto yo, la colaboración más
intensa que se suele dar en la academia es la lectura detenida de los
escritos de otra persona; a veces alguna discusión en un congreso---
pero se viene a confirmar en la academia lo que decía Roland Barthes de
la literatura: quien habla no es quien escribe, y quien escribe no es
quien es. Los libros son a menudo más sabios que quienes los escriben.
En mis escritos, sé un mogollón de un montón de cosas, pero ese saber es
en gran medida un efecto retórico, una construcción cuidadosa pasito a
paso; igual que nadie en el mundo sabe construir él solo un avión a
reacción, ningún autor conoce en ningún momento dado la totalidad de lo
que dicen sus libros. Nuestras versiones de carne y hueso son bastante
más falibles que los entes de papel que hablan en nuestros libros. Esos
autores implícitos a los que definía Wayne Booth como versiones
corregidas, mejoradas y abstraídas de la persona en cuestión. El yo que
luzco en este blog es bastante más endeble que el de mis artículos
académicos. ¿Será por eso más auténtico? Podría ser, encima, que fuese
que no.
2 comentarios
Jose Angel Garcia -
Jorge -
No hay comentarios:
Publicar un comentario