sábado, 8 de noviembre de 2025

La muerte de un amor


La muerte de un amor es como la muerte de una persona amada. Deja la misma aflicción, el mismo vacío, la misma negativa a resignarte a ese vacío. Aun cuando la hayas esperado, causado, deseado por autodefensa o sentido común o necesidad de libertad, cuando llega te sientes inválido. Mutilado. Te parece que te has quedado con un solo ojo, un solo oído, un solo pulmón, un solo brazo, una sola pierna, el cerebro demediado, y no cesas de invocar la mitad perdida de ti mismo: aquel o aquella con quien te sentías entero. Al hacerlo no recuerdas siquiera sus culpas, los tormentos que te causó, los sufrimientos que te impuso. La nostalgia te entrega el recuerdo de una persona apreciable o mejor dicho extraordinaria, de un tesoro único en el mundo, y de nada sirve decirse que eso es una ofensa a la lógica: un insulto a la inteligencia, un masoquismo. (En el amor la lógica no sirve, la inteligencia no ayuda, y el masoquismo alcanza cimas de psiquiatra.) Después, poco a poco, se te pasa. Acaso sin que seas consciente de ello la aflicción disminuye, se extingue, el vacío se reduce, y la negativa a resignarte a él desaparece. Te das cuenta por fin de que el objeto de tu amor no era ni una persona apreciable o mejor dicho extraordinaria ni un tesoro único en el mundo, lo substituyes por otra mitad o supuesta mitad de ti mismo, y por un determinado periodo recuperas tu integridad. Pero en el alma queda una cicatriz que la afea, un cardenal negro que la desfigura, y comprendes que ya no eres aquel o aquella que eras antes del duelo. Tu energía se ha debilitado, tu curiosidad se ha reducido, y tu confianza en el futuro se ha extinguido porque has descubierto que has desperdiciado un trozo de existencia que nadie te reembolsará. Ésa es la razón por la que, aun cuando un amor esté consumiéndose sin remedio, lo cuidas y te esfuerzas por curarlo. Ésa es la razón por la que, aun cuando agonice en estado de coma, intentas retrasar el instante en que exhalará el último suspiro: lo retienes uy en silencio le suplicas que viva un día más, una hora más, un minuto más. Ésa es la razón por la que, por último aun cuando deje de respirar, vacilas en enterrarlo o incluso intentas resucitarlo. (...) Sin embargo también este amor había muerto, y había que enterrarlo diciéndose que ningún amor resiste a la falta de amor: no se puede dar a mor a quien no te lo da. Había que olvidarlo repitiéndose que ningún amor es insusbstituible: las relaciones sentimentales son siempre espejismos que nos inventamos para llenar el vacío, quimeras que nos inventamos para vencer la soledad, y en resumidas cuentas cualquiera puede convertirse en su objeto o instrumento.

 

(Oriana Fallaci, Inshallah, 499-501) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Querido blog

  Querido blog 05 de diciembre de 2005 - 23:36 - Personales ...