Blog de notas, 11 de febrero de 2005
Hoy pongo un post en Por la boca muere el pez sobre las diferencias entre lenguas y naciones, a cuento de los vascos que no quieren ser españoles y de los valencianos que no quieren hablar catalán. Expanded version:
El llamar a las cosas de una manera u otra es una decisión política, claro; y si el nombre es sólo el habito de la cosa, recuérdese que el hábito hace al monje (no el hábito de fuera sin más, sino el hábito de dentro, el hábito de comportarse como un monje, lo cual incluye el vestirse de monje). Pasa lo mismo que con las naciones. Si en una "zona" los habitantes NO QUIEREN ser de la misma nación que los de al lado, al final no lo serán (no entro en cuestiones de cuántos quieren o no quieren, el problema vasco en suma). A lo que voy es que es una cuestión no de esencia sino de decisión. Si muchos hablantes quieren que su lengua sea una lengua distinta a la del vecino, aunque se entiendan perfectamente, al final lo será, empezando por el nombre en los documentos políticos, siguiendo por convenciones ortográficas y acabando por imponer un estándar lo más lejano posible de la otra lengua. No está claro que eso sea lo que pasa con el catalán o el valenciano, igual es que no están tirando lo bastante fuerte pero quieren parte de las prebendas que les daría la diferencia, y parte de las ventajas que les da la identidad... Si es que no se puede tener todo, ni en política ni en lengua. Pero quien lo intenta, se sitúa en la pole position. No es educado, pero es efectivo.
Y otro post en El hábitat del unicornio, sobre quienes explican fenómenos mentales atribuyéndolos al vudú y quienes buscan explicaciones psicosociales:
A veces nos parece aceptable una actitud o explicación en una persona de una cultura muy alejada de la nuestra, mientras que la misma explicación o actitud en nuestro propio entorno nos parecería obscurantista, lamentable, inmadura o políticamente incorrecta. ¿No estamos así diciendo, en cierto modo, "pobres, déjalos, que así se apañan, la verdad no está a su alcance, y si con esa explicación salen adelante, pues bastante tienen, y si los santeros los manipulan, pues es su cultura y todos felices" ? O, en otro orden de cosas, "pues déjalas que sean las esclavas del marido si quieren, es una cosa cultural, no hay que meterse en eso"? Y claro, es cierto, que a mucha gente les supone más ansiedad el cambiarse de marco de referencia que el seguir con sus demonios a cuestas. Pero el que algunos sean incapaces de salir de explicaciones fantasiosas no nos debería llevar a confundir nosotros la fantasía de alguien con la realidad - con nuestra realidad.
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