Kuhn y el calzador metodológico
Hubo un tiempo, hace unos veinte años, en que La estructura de las revoluciones científicas
de T. S. Kuhn era posiblemente el libro más citado del mundo. No sé si
habremos cambiado de paradigma, pero ciertamente ya no se oye hablar
tanto de él. Y sin embargo su descripción de la manera en que funcionan
las disciplinas científicas sigue siendo tan sugestiva como siempre.
Normalmente concebimos la ciencia como una acumulación gradual de
conocimientos que van desvelando la verdad de la naturaleza. Para Kuhn,
ese gradualismo es una ilusión retrospectiva (de hecho podríamos hablar
de una dimensión narrativa de su análisis: el progreso científico como
un efecto del hindsight bias). La ciencia desfasada (que era
ciencia en su tiempo, y decía "la verdad" sobre el mundo) no ha pasado a
ser mito, o mentira: es ciencia de otra época, y debe ser contemplada
en una perspectiva histórica. Los elementos de ella que perviven (los
que "contribuyeron al progreso del conocimiento" según nuestra
perspectiva habitual) no iban encaminados a ser ladrillos en nuestro
edificio científico, sino en un sistema muy distinto, el de la época en
que fueron formulados esos principios. Luego los hemos adaptado,
reutilizado... toda ciencia tiene algo de bricolaje. Un historiador como
Kuhn debe retrotraerse a la integridad histórica del pasado, y ver qué
papel desempeñaban esos conceptos científicos en un sistema que tenía su
propia coherencia y cumplía sus propios fines.
La ciencia del
pasado ha incluido creencias y conceptos incompatibles con los que hoy
consideramos "verdaderos". Eso nos hace suponer que en el futuro también
nuestros conceptos científicos y creencias sobre la naturaleza del
universo, las leyes de la física, etc., quedarán desfasados y se
volverán una "verdad" histórica, entre comillas. ¿Lo son ya, en cierto
modo, visto que esta perspectiva es concebible para nosotros? La verdad
es en Kuhn algo que posibilita una comunicación, un entendimiento, una
acción o una comunidad organizada en torno a ella. La relación de estas
"verdades" (todas las verdades) con "la realidad" es algo que es
constantemente reelaborado, y que no tiene mucho sentido plantearse como
una cuestión científica, fuera de un planteamiento metateórico como
éste. En este sentido, las verdades de Kuhn me recuerdan mucho a las
verdades interaccionales tal como son definidas en las teorías
pragmáticas de William James en The Meaning of Truth o de George Herbert Mead en "A Pragmatic Theory of Truth", mucho antes de Kuhn.
A lo que me refiero con "el calzador metodológico" que señala Kuhn es a esto, traduzco:
La
ciencia normal, la actividad a la que la mayoría de los científicos
inevitablemente se dedican casi todo el tiempo, se basa en la
presuposición de que la comunidad científica sabe cómo es el mundo. Gran
parte del éxito de la empresa deriva de la disposición de la comunidad a
defender esa presuposición, si es necesario pagando un alto precio. La
ciencia normal, por ejemplo, a menudo suprime innovaciones fundamentales
porque por necesidad subvertirían sus planteamientos básicos. (5)
Claro que esta actividad de contención tiene un límite, hasta que se rompe el tinglado:
entonces
empiezan las investigaciones extraordinarias que llevan a la profesión,
por fin, a un nuevo conjunto de planteamientos, a una nueva base para
la práctica de la ciencia. Los episodios extraordinarios en los que
sucede ese desplazamiento de planteamientos profesionales son los que en
este ensayo llamamos revoluciones científicas. Son las destrucciones de
la tradición que complementan la actividad limitada por la tradición de
la ciencia normal. (6)
Parece claro que uno debería
intentar hacer ciencia extraordinaria, y no ciencia normal--suena mucho
más interesante. Sin embargo, no está al alcance de cualquiera hacer
cosas extraordinarias. Y menos aún conseguir que cuenten como ciencia.
Uno de los atractivos del ensayo de Kuhn es su enfoque global, que
atiende tanto a la coherencia de las teorías como a los protocolos de
comunicación y promoción entre los científicos, a las idiosincrasias y
manías, a las circunstancias locales y caóticas que acaban determinando
lo que se acepta y lo que no se acepta como ciencia. La ciencia no
depende de una inspiración solitaria: es una actividad colectiva, de
grupos de personas que reconocen teorías, métodos y procedimientos
aceptables; y sin embargo cada uno de ellos es un individuo único, y
quizá no exista ningún punto en el que todos estén de acuerdo: la
ciencia no se basa tanto en una lógica inflexible como en lo que
Wittgenstein llamaba "parecidos de familia" entre grupos de fenómenos
sólo parcialmente coherentes (claro que la coherencia tiene que ser la
suficiente si es "ciencia" a lo que nos referimos).
Otra
cuestión a la que está atento Kuhn y que no entra normalmente dentro del
autoconcepto de las ciencias duras es su relación con la textualidad y
los protocolos comunicativos. Los géneros lingüísticos utilizados en la
formación y la comunicación de la ciencia forman parte de los protocolos
que la definen como tal. Así, los libros de texto enuncian los
presupuestos básicos de la disciplina, y éstos quedan limitados al uso
de los estudiantes, a la formación... No se replantean esos conceptos en
cada artículo de investigación, más bien se dan por hechos, y esta
acotación del contexto de discusión es crucial para el funcionamiento de
la ciencia. Es en los libros de texto, considerados secundarios, y que
incluso pueden dañar la reputación del científico que los escribe, donde
se articulan explícitamente los paradigmas que orientan y sirven de
base a la investigación científica. Una revolución supone un cambio de
paradigma. La voz autorial de un libro de texto no se dirige a los
no-científicos, ni a miembros de otras "escuelas" y de la propia por
igual. De hecho, la "dureza" de las ciencias viene dada por el hecho de
que la comunidad científica no cuestiona esos planteamientos ni intenta
convencer a nadie de su validez; los da por hechos (mientras duran,
claro). Las humanidades no se encuentran en esta fase de desarrollo. Sí
aparecen grupos que se comportan como científicos, escuelas que se
encierran en sí mismas (la gramática generativa es un ejemplo obvio, o
la funcional a continuación) -- pero de hecho es una especie de
mimetismo por el prestigio que viene de semejante retórica y
parafernalia de la ciencia, intentando endurecer la disciplina por el
procedimiento de construir la casa desde el tejado. Estas escuelas
pueden imitar la rigidez de la comunidad científica, pero no han
constituido ciencias aparte, ni disciplinas académicas aparte (tanto más
duros, quizá, los conflictos con otras escuelas o colegas a la hora de
aceptar o presuponer la validez del trabajo realizado). "La historia nos
hace pensar", dice Kuhn, "que el camino que lleva a un firme consenso
en la investigación es extraordinariamente arduo" (15). Y lo que es
sorprendente, y caracteriza a los campos que llamamos científicos, es
que las divergencias iniciales entre "escuelas" que caracterizan a las
otras disciplinas académicas lleguen a desaparecer en gran medida.
La constitución de estos paradigmas se manifiesta en la práctica a
través de la constitución de redes sociales y profesionales que
pastorean la verdad y validez de lo que se presenta como ciencia. Por
ejemplo, en las épocas de conflicto entre paradigmas, gran parte del
cambio puede producirse por el surgimiento de una nueva generación de
científicos menos apegados a los viejos conceptos y métodos. Al ir
desapareciendo la vieja generación (bueno, algunos sí que puede que se
"conviertan"...) la profesión y su verdad se han transformado. "Pero
siempre hay algunos hombres que se aferran a uno u otro de los viejos
puntos de vista, y simplemente la profesión deja de leerlos e ignora su
trabajo a partir de entonces. El nuevo paradigma implica una definición
del área nueva y más rígida. Los que no quieren o no pueden adaptar su
trabajo a ella deben seguir en solitario o sumarse a algún otro grupo"
(19). Yo, leyendo estas cosas, pienso en la crisis profesional
que está sufriendo la Filología Inglesa en España (ciencia blanda,
ciertamente, y tanto más blanda ahora) al haberse suprimido su
titulación propia, y al ser cada vez menor el número de personas que se
autoidentificarían como "filólogos", aunque de momento sea esa su
caracterización profesional oficial. Es, desde luego, un proceso de
disolución que da lugar a muchas batallitas locales, alguna de las
cuales hemos sufrido en carne propia (así cuando en mi oposición de
cátedras se me echaba en cara no ser un "lingüista", a pesar de ser yo
incuestionablemente un filólogo que se presentaba a una plaza de
filología, y ser la lingüistica una área de conocimiento diferente). Me
parece que ninguno de los miembros del tribunal tenía mucha conciencia
de sí mismo como filólogo anglista, y sin embargo a título de eso
estaban en ese tribunal.
La ciencia dura trabaja mediante
proyectos de investigación fuertemente anclados en un paradigma. Son
proyectos que buscan desarrollar el paradigma, formular explícitamente
sus consecuencias en un terreno dado, o buscar resolver inconsistencias
en él, fortalecerlo explicando fenómenos no explicados por él (siempre
manteniéndolo como guía) -- lo que no busca esta investigación, la
"ciencia normal", es producir conocimiento radicalmente nuevo. "Even the
project whose goal is paradigm articulation does not aim at the
unexpected novelty" (35). Todo esto son cuestiones de grado,
naturalmente. Nadie, en ningún caso, espera encontrar lo inesperado en
sentido amplio. Pero según Kuhn los protocolos de las ciencias son mucho
más rígidos en este sentido que los de disciplinas no científicas. De
ahí podemos deducir quizá la naturaleza de los proyectos de
investigación que hoy sirven para financiar a los grupos de
investigación en España. Están cortados con el patrón de las ciencias:
toda su retórica, y presupuestos, están importados de las ciencias
duras. Las humanidades juegan aquí en desventaja - ya desde el requisito
inicial de trabajar en equipos de investigación. Los equipos tienden a
favorecer el mantenimiento de paradigmas, mientras que la crisis del
paradigma suele surgir del trabajo individual (aunque no siempre el
trabajo individual sea más original que el realizado en equipo). La
responsabilidad del investigador frente al equipo tiende a producir la
búsqueda de terreno común, de resultados aceptables para todos (sobre
todo cuando todos van a firmar un artículo que quizá sólo uno haya
llevado adelante en la práctica). El investigador en ciencia normal y en
ciencia de equipo debe resolver un problema concreto, y obtener
resultados. Los estudios o experimentos que no obtienen los resultados
esperados son inútiles, no se mencionan, no pasan a los anales. Tomemos
el caso de un científico que mide longitudes de onda ópticas en
condiciones diversas, ateniéndose a una teoría que justifica su
actividad, su método y su instrumento:
No
es sólo un explorador, o medidor. Por el contrario, debe mostrar,
analizando su aparato en términos del corpus de teoría óptica
establecido, que los números que produce su instrumento son los que
entran en la teoría como longitudes de onda. Si alguna vaguedad residual
de la teoría o algún componente no analizado de su aparato impide que
complete esa demostración, sus colegas bien pueden concluir que no ha
realizado ninguna medición en absoluto. (39)
De estos
presupuestos a la supresión de experimentos sin éxito, o de datos que no
casan con la teoría, sólo hay un paso. A partir de un momento dado,
entra en juego la honestidad o deshonestidad del científico, pero visto
desde cierta distancia es todo un cierto continuo de simplificación de
la realidad para acomodarla a una teoría dada. (No niego, ni niega Kuhn,
la utilidad de las ciencias ni su "seriedad" -- de hecho tanto más
serias se vuelven cuando más se cuestiona su relevancia). Del paradigma
aceptado, a las teorías específicas, a los métodos e instrumentos
utilizados, hay una escala, pero en cada uno de esos pasos la realidad
se va construyendo en interacción con el instrumento que la contempla.
Y, quizá uno de los hechos más sorprendentes, ni siquiera quienes
trabajen dentro de un paradigma, en un problema dado, tienen por qué
creer en alguna de las cuestiones fundamentales que definen al
paradigma. E incluso los científicos que están de acuerdo en la
identificación del paradigma en el seno del cual trabajan pueden "estar
de acuerdo en su identificación de un paradigma, sin estar de acuerdo
con, o siquiera intentar producir, una interpretación o racionalización
completa del mismo" (44). De hecho, la pertenencia a la comunidad
científica y la certificación de la validez del trabajo se realizan a un
nivel mucho más local, en el que las cuestiones abstractas básicas que
caracterizan al paradigma no aparecen sino como trasfondo de la
investigación concreta realizada. Esta investigación, de hecho, puede
llevarse a cabo sin referirse explícitamente en ningún caso a las reglas
del juego (47). Los paradigmas son objetos intelectuales más sólidos
para el historiador de la ciencia (como Kuhn) que para el científico que
está en su laboratorio trabajando en un problema concreto, manipulando
sus frasquitos o sus espectros estadísticos.
El éxito de un
paradigma o teoría no viene dado porque, al cotejarlo con "la
naturaleza", veamos que dice la verdad. Siempre es un éxito comparativo,
relativo a otro paradigma, parte de la competencia que se produce entre
ellos en la comunidad científica en una crisis determinada (145). Un
éxito relativo: en contra de lo que nos haría pensar una noción
simplificada de "falsación", Kuhn señala que si la falsación consistiese
en señalar que una teoría no funciona en algunos casos en que debería
funcionar, todas las teorías estarían falsadas: siempre hay casos
inexplicables, pero puede resultar más útil en conjunto el seguir
ateniéndose a la teoría, porque es (en un contexto dado) mejor que otra.
Ahora bien, un paradigma dado, o una teoría dada, no sólo aporta
novedades y mejoras: también supone el abandono de problemas que la otra
teoría planteaba (y que quedarán sin resolver), o la supresión de
explicaciones que habían sido válidas y útiles y ahora dejan de serlo.
Muchas cuestiones (y esto sucede tanto en ciencia dura como en
filosofía) se resuelven por abandono, y porque pasamos a plantearnos
otros problemas distintos, no porque se halle la respuesta en los
términos en que se planteaba originalmente la cuestión. Y un nuevo
paradigma debería dar lugar al surgimiento de nuevos problemas en los
que pueda trabajar, con su labor de hormiguita, la ciencia normal,
problemas que no eran problemas antes. Así la ciencia progresa no sólo
resolviendo problemas, sino también creando problemas para poder
resolverlos.
Esta visión un tanto caótica y relativista del
progreso científico propuesta por Kuhn tiene mucho en común con la
epistemología "anarquista" o "dadaísta" propuesta por Paul Feyerabend en
su libro Contra el método. También Feyerabend observa la manera en que
métodos y teorías constriñen el campo de lo observable, posibilitando
unas preguntas a la vez que imposibilitando otras. En un ejemplo,
también sobre óptica, comenta Feyerabend:
En
el caso de Newton, la discrepancia cualitativa entre teoría y hecho es
eliminada mediante una hipótesis ad hoc. En otros casos ni siquiera se
emplea esta frágil maniobra. Se conserva la teoría y se intenta olvidar
sus fallos... (...) "Todo lo cual parece repugnar a nuestros principios.
Pero, en lo que a mí respecta" -- continúa Barrow -- "ni ésta ni
ninguna otra dificultad ejercerá sobre mí tanta influencia como para
hacerme renunciar a lo que sé que está de manifiesto de acuerdo con la
razón".
Barrow menciona las dificultades cualitativas, y dice que se
aferrará a la teoría sin embargo. No es éste el procedimiento usual. El
procedimiento usual es olvidarse de las dificultades, no hablar nunca
acerca de ellas, y proceder como si la teoría fuese impecable. Esta
actitud es hoy muy común. (44).
También Feyerabend está
atento a la falacia retroactiva en la constitución de nuestra imagen de
la ciencia. "Mirando retrospectivamente a la historia vemos que el
progreso, o lo que hoy se considera como progreso, ha sido conseguido
casi siempre por contrainducción" (148).
El
conocimiento proporcionado por el especialista es, pues, un
conocimiento sesgado, tanto más cuanto más se aplica a ámbitos ajenos a
su área de especialización. Recomienda Feyerabend la eliminación de
especialistas de los puestos de poder, y "absoluta desconfianza ante el testimonio del especialista y ante la moralidad del especialista" (154).
"Un
especialista es" para Feyerabend "un hombre o una mujer que ha decidido
conseguir preeminencia en un campo estrecho a expensas de un desarrollo
equilibrado. Ha decidido someterse a sí mismo a estándares que le
restringen de muchas maneras, incluidos su estilo al escribir y su
manera de hablar, y que se siente dispuesto a vivir lo más en
concordancia que pueda con estos estándares mientras esté despierto
(siendo esto así, es probable que también sus sueños estén gobernados
por estos estándares)." (129).
La compartimentalización
del conocimiento y la actividad humana producida por la división del
trabajo, por la educación especializada y por la ciencia entra en
conflicto
"con el cultivo de la
individualidad, que [es lo único que] produce o puede producir seres
humanos adecuadamente desarrollados" (Mill, On Liberty),
"comprime, como el pie de una dama china, cada parte de la naturaleza
humana que descuella sobre las otras y tiene la tendencia a hacer a la
persona marcadamente distinta en líneas generales" (Mill) del ideal de
racionalidad que está de moda entre los metodólogos". (16)
Una receta propuesta por Feyerabend (importada de J. S. Mill) es
potenciar la proliferación de la diversidad, ya no sólo en la sociedad y
en la ciencia (pluralidad de escuelas, métodos, grupos, tradiciones y
culturas) sino interiorizándola: pluralidad intraindividual. (Con el
peligro de que puede llevar "en casos extremos a personalidad múltiple"
(150)). Pasa Feyerabend a exponer un ideal alternativo de desarrollo
humano, y acude para eso, quizá por sobrecompensación, hasta los mares
del sur.
"Todo lo que se
necesita es menos moralismo, menos seriedad, menos interés por la
verdad, un desinflamiento de la "consciencia profesional", una actitud
más lúdica, la convencionalización de "una carencia de sentimientos
profundos" (Mead, Coming of Age in Samoa, p. 7); cf. también p. 35: "Y
junto a esto va la continua exigencia de que no se debe ser demasiado
eficiente, demasiado destacado, demasiado precoz. Nunca sobrepasaré a los compañeros más que un poco"
(el subrayado es mío), más una buena dosis de pereza y podremos llegar a
nuestro pastel: libertad de elección tanto en los asuntos prácticos
como en los intelectuales, y comerlo: pero una libertad sin demasiada
tensión mental o emocional." (151-152)
Concluye Feyerabend que esta epistemología "anarquista" o "dadaísta" es útil circunstancialmente, no como ley absoluta:
"Puede
llegar, desde luego, una época en la que sea necesario dar a la razón
una ventaja temporal y en la que sea prudente defender sus reglas con
exclusión de cualquier otra cosa. Pero no pienso que la nuestra sea una
época de este tipo." (16-17).
Y si los años 60 no eran
una época de este tipo, ¿qué decir de los 2000... esos sesenta
corregidos y disminuidos? Con la metodología introducida ahora en forma
de plantilla informatizada...

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